Por el Franklin gastronómico
- Mari
- 16 jul 2018
- 3 Min. de lectura

Franklin, el barrio de ropa económica, artículos electrónicos, muebles y juguetes, donde se puede encontrar de todo, desde una pieza del Nintendo de los años ´80 hasta una chaqueta especial para la moto. El punto emblemático para los cazadores de antigüedades y libros, este lugar histórico se convierte cada vez más en un imperdible para los amantes de comida rica y exótica que ha llegado a este barrio sureño de la capital de todos los rincones del mundo - Tailandia, Japón, México, España, Francia, Perú, EEUU y países árabes.

Para los que temen perderse en los interminables e innumerables galpones de Franklin buscando exótica, hay una cuadra entera, por Victor Manuel entre Placer y Bio Bio, que tiene casi toda la variedad gastronómica del barrio: tortillas mexicanas, fish&chips de Selfish, sopas ramen japonesas, pad thai, café turco, sangría y paella a cargo de Winnipeg, comida vegetariana (con el precio promedio de $ 5-6 mil por plato)... Como si fuera poco, hace menos de un mes, llegaron para quedarse los foodtrucks, con tapas mexicanas, shawarmas árabes y hamburguesas ¿gringas?

En la esquina - el "Francés del barrio", siempre con menú del día y siempre bien elaborado. Para tentarlos, algo así como una entrada de sopa de cebolla o huevos meurette (pochados con tocino y salsa de vino tinto), de fondo - raviolis de champiñones o cerdo con salsa de mostaza, papas y verduras, y un exquisito postre, créme brulee o profitrole con abundante crema y chocolate amargo (todo por $ 10 mil). Y de pasada - un mozo barítono que no se aproblema en mostrar su talento a los visitantes.

Unos cinco locales thai, en la mayoría de los cuales apenas hablan español (como Thai-Isan, con las típicas piñas rellenas con arroz y agregados de todo tipo), u otro como Lai Thai, que ya echó raíces en varias partes de la capital.
Encuentro de dos mundos
Precisamente a la variedad gastronómica atribuye el aumento de visitantes uno de los locatarios del Persa Víctor Manuel, que lleva 45 años vendiendo antigüedades en el barrio. "Antes vendíamos en la calle, y después la fábrica de cueros se cerró por la llegada de exportaciones (principios de los ´80 - M.) y habilitaron este espacio", cuenta su historia, quejándose de los altos precios del arriendo.

El lugar, en pleno Barrio Franklin, fue renovado a principios de año: ahora, con coloridos murales gigantes y una oferta cultural de talleres, exposiciones y conciertos, atrae cada vez más jóvenes y no evitó su influencia: en una helada plaza de concreto en medio del persa, que se usa para tocatas, se instaló, como un sello característico de los hipsters, una cafetería de especialidad.

Mientras a la comida aquí le va muy bien, los vendedores de antigüedades ironizan sobre los allegados-vecinos. "Llegan creyendo que van a ganar una fortuna aquí, aguantan un mes, pagan el primer arriendo y se van", se ríe un caballero que lleva 32 años vendiendo marcas, libros y postales con fotos suyos en el persa, explicando que hay que tener paciencia y buen ojo para el negocio.

Históricamente, la actividad del barrio dependía del Matadero Franklin, que se cerró a principios de los ´70. Ahora es un mercado que a menudo -para fiestas tradicionales como la dieciochera- organiza tocatas cuequeras en la plaza trasera, donde decenas de cocinas ofrecen porotos con riendas y otra gastronomía chilena a dos "lucas".
Al frente - un mall que también se convirtió en un punto gastronómico de la capital, donde junto a las picadas venezolanas, peruanas y colombianas (y antes - hasta rusa) se destaca una del joven chileno-estadounidense, Envy-Taco, de tacos mexicanos reconocidos ya por varios medios, y donde se instaló también La Comedoría, con cocina de autor, un poco más cara y elaborada que sus vecinos.
En resumidas cuentas, opciones no faltan, sino que el tiempo para recorrer y la guata para probar.
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