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Migrantes en Chile: Venezuela

  • Mari
  • 12 ene 2019
  • 5 Min. de lectura

Cesar Ferrer, abogado venezolano de 35 años, está por cumplir 2 años en Chile. Trabaja como consultor SAP en la semana, y los fines de semana – en una pizzería, para mantener a su familia que le siguió a Chile a pocos meses de su llegada.

- ¿Fue difícil encontrar trabajo?

- Se me hizo un poco más fácil, no sé si por mi modo de ser que nunca descanso y busco incluso donde no hay. Una vez en la calle, buscando arriendo en pleno verano con todo el calor, me llama una amiga. Le explico la situación y ella me contacta con su amigo que vive en España y conoce a alguien en Chile, un venezolano que tiene un minimarket. Me invitó a una entrevista y empecé a trabajar el día siguiente, a 3 semanas de que llegué. Paralelamente partí en la Fundación Levantemos Chile, compré una moto y entregaba los certificados de donación por todo Santiago.

En unos meses, le llamaron de la empresa donde trabaja hoy, al mismo tiempo que llegó acá su señora y sus dos hijos. Allí trabaja de lunes a viernes, mientras que los fines de semana está “pituteando” en una pizzería. “Tengo prácticamente 2 años sin un día libre, pero prefiero eso y que mi señora está acá que de otra manera”.

- ¿Cómo imaginaste Chile antes de venir?

- Por lo que uno escucha, siempre tuve la imagen de que Chile era muy arrogante, racista, y cuando llegué me trataron bien. Después obviamente te encuentras con todo tipo de personas. Muchos me preguntaron qué se escuchaba de Chile afuera, y les decía lo mismo, y decían que sí, que esta es la imagen de nosotros que se ve, y es verdad, somos así pero no todos.

Asegura que nunca se sintió discriminado, pero sí lo ha visto “con la gente de piel negra”.

- ¿Cómo es un chileno promedio?

- Todos los días me encuentro con la gente nueva. De las cosas malas, son un poco racistas. No es crítica, pero algo que a mí me parece malo es que son muy cerrados, muy secos, aunque no son todos así, hay mucha gente más cariñosa que nosotros, no puedo generalizar, son mis experiencias. De las cosas buenas: cuando te quieren ayudar, te ayudan, te enseñan en camino, te aconsejan. Son muy humildes: es muy raro que de un venezolano escuchas decir “yo soy muy malo en esto", haciendo deporte, por ejemplo. Ellos a veces te dicen -me ha pasado mucho-: “ustedes son muy alegres a pesar de cualquier cosa, nosotros somos muy amargados, hablamos muy mal español”.

Recordando Venezuela

Antes de venir a Chile, César estuvo un par de años estudiando inglés en EEUU, pero tuvo que cambiar sus planes y volver a Venezuela por el nacimiento de su hijo.

- ¿En este tiempo que estuviste afuera, han cambiado mucho las cosas?

- Si, yo iba de vacaciones cada 6-7 meses, y en cada viaje tenía la impresión como si habría pasado 20 años. Cada vez era peor, no me imagino que puede estar todavía peor que ahora, no comprendo la pérdida de valor de la moneda, que salen cientos de personas a diario caminando. Es horrible.

- ¿Volverías a Venezuela si se cambian las cosas?

- Amo a Venezuela, pero creo que no regreso. El país donde yo me crié ya no existe ni va a existir. Si Venezuela se reconstruye -van a pasar 10, 20 años, o a lo mejor no lo voy a ver yo- cuando vaya al sitio donde yo viví, ya no va a estar el mismo vecino a que saludaba todos los días. Todo cambió, la destrucción del país ha sido a tal nivel que la descomposición social es gigante, lo que le incrustaron a la gente a través de la educación… Con esta nueva generación ya no va a ser lo mismo.

Dice que -por lo que está pasando- la comunidad venezolana aquí es muy unida: de hecho, un ejemplo son las cadenas de ayuda que se forman a través de las redes sociales para cualquier cosa, desde la búsqueda de locales venezolanos hasta ayuda con arriendos. “Te tomas dos cervezas con un venezolano y ya lo puedes considerar amigo”, asegura.

Intercambio cultural

- ¿Te gusta la comida chilena?

- No mucho.

- ¿Porqué? ¿Muy desabría?

- Ya lo dijiste (se ríe). Me gustan machas a la parmesana, sopaipillas. Mote con huesillo – cero, tampoco los dulces típicos, excepto el kuchen, cómo lo preparan aquí. La comida peruana sí, puedo comerla todos los días.

Dice que en su casa “nunca faltan arepas”, y le pido algunos datos para probar comida venezolana.

- Cachapas Don 70 (calle San Isidro, en el centro de Santiago), el local en que estamos ahora (Zulita, en Santa Rosa) con comida típica de esta región venezolana. Hay otro local que no es comida venezolana, pero que todos lo llamamos chino venezolano: es comida china pero con sabor venezolano, algo difícil de explicar. Está cerca de la Plaza de Armas, se llama Salón Canton. Es buenísimo: cuando trabajaba con españoles, colombianos, chilenos, me los llevaba a todos para allá y a todos les encantaba.

-¿Que podría aportar Venezuela desde la cultura a Chile?

- Aparte de la gastronomía, que los chilenos sean más alegres. Aquí si dices “Buenos días” en el ascensor, muchas veces nadie responde. Tengo un compañero de trabajo amargado, en serio, nadie lo quiere, ni los chilenos. Fuimos a comer un día, y le dije: “Buen provecho”. Y me respondió en unos 5 minutos, pensativo: “Sabes, me gusta eso que ustedes digan ´buenos días´, ´buen provecho´; yo no lo digo, pero me gusta” (se ríe).

-¿Y de vuelta?

- Aquí en la calle hay mucha cultura hacia la persona que va cruzando, el auto se detiene mucho antes, el peatón tiene prioridad. En Venezuela, en el centro de Caracas, te van echando el carro encima, gritando “¡Quítate!”. Aquí hay mucho respeto, es una cosa para nosotros adaptarla.

Proyecciones al futuro

- ¿Cómo te ves en los próximos 5 años?

- Con mi propio negocio, trabajando full, en Chile. De no haber esta posibilidad –aunque es difícil, porque sí veo que aquí hay demasiado futuro, demasiado emprendimiento, posibilidades de surgir– optaría por irme a otro país.

- ¿Ha cambiado la actitud hacia los venezolanos en este tiempo que estás aquí?

- No hace falta que lo diga yo, en las noticias ves este tema, que a los chilenos no les gusta la llegada de la gente. Yo he escuchado de todo, que les encanta nuestra comida, cómo hablamos, pero también en los trabajos más profesionales hay gente que dice que los venezolanos han llegado a quitar el trabajo a los chilenos.

"Yo lo que veo -tratando de ser lo más objetivo posible- es que nosotros llegamos con muchas ganas de trabajar y rápido, algunos con mucha experiencia. Si te dan el trabajo y te pagan poco, pero tienes la necesidad, dices bueno, vamos a trabajar en lo que hay en este momento. Los chilenos entonces ven que han bajado los sueldos porque el venezolano en teoría cobra un poco menos, pero no es que cobra menos, sino que los empresarios se aprovechan, en una necesidad ven una oportunidad. Eso a mí no me gusta, porque yo no quiero venir aquí a quitarle trabajo a nadie y que ninguno lo haga, sino que se da la oportunidad para todos y todos pueden trabajar".

Tiene fe de que la situación se mejore, porque “por donde lo ves, de mucha gente que quiere trabajar algo bueno va a salir”, proponiendo como una solución “una nivelación de los sueldos, que el rango de lo que le van a pagar a una persona según su experiencia sea el mismo para el chino, el japonés o el ruso”.

También se muestra al favor de endurecer la política migratoria. “Para mí no puedes dejar pasar hasta un perro que va cruzando la frontera. No soy de acá, pero me parece que debe existir una regulación migratoria más seria no solo con Venezuela, sino con todos los países. El que viene a trabajar y aportar, bienvenido, pero para eso tienes que hacer un chequeo quién es esta persona”.

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